Como ya sabéis, estamos abordando este tema con metáforas o analogías del clásico de Disney "Mulán".
Como vimos en la imagen banner de la anterior publicación, Mulán después de no encontrarse a ella misma, se acurruca bajo la estatua del dragón mientras llueve, pensando, meditando y seguramente llorando.
Pero después, sale de ese agujero oscuro y "mira a la cámara" con fiereza: ha tomado una decisión. Y lo que llega es de mis escenas favoritas de toda la película: con total determinación en su decisión camina por su casa y robando la espada de su padre, se corta la melena con la misma, marcando el no retorno de irse a la guerra para que no tenga que ir su enfermo padre aunque le cueste la vida por ser mujer.
Ese gesto, ese espadazo a la melena con esa determinación, me cala y lo he hecho muchas veces en mi vida, para dejar etapas atrás, pero en la opo, esta fue la primera con este grado de importancia.
Analicemos esto más despacio.
Autoanálisis: ¿qué y cómo te sientes?
Cómo ya hemos dicho en el ejemplo de la película y al final del anterior post (si no lo has leído, haz click aquí) hay que meditar con nuestro interior, hablar con esa vocecita que siempre nos acompaña. Esto hay que hacerlo con todas las ganas de ver al problema a los ojos porque puede que lo que descubramos no nos guste, pero hay que tener determinación de afrontar lo que sea que encontremos porque sino volvemos al inicio que causo ese problema: mentirnos a nosotros mismos y ocultarlo.
Esta meditación yo la realicé en cuanto me sentía un poquito mejor para poder pensar con cierta claridad. Me puse en un lugar tranquilo, sin gente y en silencio y quise tener un papel a mano. Inspiré y profundicé. Quería entender y dar sentido o poner palabras más claras a lo que me pasaba y ver de donde venía el problema.
Para ello, empecé a escribir qué sentimientos negativos tenía que me hacían tener esa ansiedad y apatía con la oposición. Después de escribir los más importantes, los principales, comencé qué causaba ese sentimiento. Como último paso a esta actividad intenté descubrir por qué, ¿por qué me sentía así? Primero, cómo me sentía. Después, qué cosa lo causaba y por último por qué. Y es aquí donde tuve más pelea conmigo misma. Y digo pelea porque normalmente no nos paramos a racionalizar tanto lo que sentimos, a darle palabras y estructura y cuando lo haces te das cuenta del caos que tu misma tienes pensando que tenías bien claro qué sentías.
Os pondré un par de ejemplos:
¿Cómo me siento? = Desmotivada
¿Qué causa mi desmotivación? = La rutina
¿Por qué la rutina me causa desmotivación? = Porque he perdido la chispa y la ilusión por hacer nada, en mi caso, fuera y dentro de la oposición y del estudio.
¿Cómo me siento? = Frustrada
¿Qué causa mi frustración? = No sentir progreso (cosa que no implica que esté)
¿Por qué mi sensación de no progreso me causa frustración? = Porque he perdido la consistencia de trabajo. Iba de cante en cante como si no hubiera un futuro, como si estuviera perpetuamente estancada y eso también eliminaba mi determinación en el trabajo y el esfuerzo y en estar a gusto con mi actuar.
¿Véis por donde voy?
Como curiosidad, días después de que ya me encontrara perfectamente (ya con una decisión) hablé con una amiga de este ejercicio que hice por pura intuición. Ella va a una psicóloga y me dijo que justamente eso es lo que el psicólogo procura que aprendas: a identificar tus sentimientos, de donde vienen y el porqué actúan así o simplemente existen en ti.
Reflexión: ¿qué puedo hacer para cambiar lo que siento?
La parte más importante del ejercicio que hice fue la última, el por qué. A raíz de eso vi donde realmente residía el problema de mi ataque de ansiedad: me sentía estancada tanto en el estudio, en la vida personal, en la vida... Nada fluía, era como agua estancada, sin estudiar con calidad y sin disfrutar de otras actividades.
Minidisclaimer:
Como piensas en demasía cosas desagradables y que duelen y molestan, es normal que nos de un poco el bajón en esta reflexión y que se nos haga un poco pesado o incluso que alguna lágrima se siga escapando. Pero tenemos que mantener la entereza para terminar de concluir este viaje interno. Yo no tuve que parar, pero si volvéis a sentiros realmente mal, parad ahí y seguid cuando de nuevo os recuperéis un poco y tengáis cierta claridad.
Lo de estar estancada, si que sentía que representaba mi bola interior pero no lo explicaba todo, faltaba algo. Y cómo os dije en el anterior post, la otra clave era que no era yo misma: me había perdido y me estaba comportando (conmigo) de un modo que no me definía.
Yo nunca he sido tremendista, de tomarme las cosas a pecho "y morir en el proceso" con tal de conseguir la meta, aunque nada más la cruces, caigas redonda y no la disfrutes. Y lo estaba siendo.
Yo nunca he sido de cosas a medias, me considero que tomo las decisiones más importantes con seguridad y habiendo calculando todas las opciones y costes que pudieran derivar de ella y son rarísimas las veces (por no decir ninguna) que me arrepiento de una decisión. Siempre he tenido determinación en mis decisiones y esa determinación se había esfumado.
Entonces pensé lo peor que un opositor puede pensar: ¿abandono? ¿Quiero dejar la oposición?
Lo primero que dicen esos sentimientos en bola que sólo quieren salir de la cárcel en la que están, es que sí. Pero esa es una respuesta reflejo por el dolor y no la respuesta real. Otra parte de mi, esa que aún era fiel a mi personalidad, hizo una mueca y dijo que no.
¿Por qué no?
Yo no oposito por vocación. Cuando acabé la carrera descarté Abogada, también descarté Procuradora que era una de mis opciones después de hacer las prácticas con uno. Finalmente no viendo nada que me convenciera o me interesase lo suficiente, decidí opositar. Pero opositar a secas.
Estaba cansada de la carrera y eso que no recuerdo esa época muy dura y perfectamente podría haberme metido en una oposición de ayuntamiento, de administrativo o cualquier otra oposición que con cierto hábito de estudio como tenía, Derecho y sin trabajar, en principio debería sacarse muy rápido, porque el temario tampoco es excesivo aunque la competencia sea alta.
O también podría haber elegido Gestión Procesal, que no tenía examen oral...
Pero libremente elegí LAJ. Me gustó el trabajo en sí y aunque veía un reto en los exámenes, lo veía asequible para mí, en cambio descarté Judicatura por ambos puntos: ni me convencía el trabajo ni me veía capaz de alcanzar esa exigencia.
Está claro que en aquel momento en el que tomé la decisión no tenía casi ni idea del mundo del opositor, pero veía un reto CONMIGO MISMA en esa elección, estaba decidida a hacerlo aun sin saber muy bien lo que se venía encima.
Y por eso a la pregunta "¿quieres abandonar la oposición?" la respuesta era NO.
No porque fuera mi decisión, pues siempre estamos a tiempo de cambiar rumbo, sino porque sentía que estaba donde tenía que estar. Que ese reto, que esa competición conmigo, me era necesario porque, sinceramente, podría haberlo ahorrado.
¿Veis lo que yo ví? Con todas las de la ley podría haberme metido en cualquier máster para trabajar YA si estaba cansada de la carrera y del estudio eterno. O empezar a presentarme una tras otra a oposiciones dispares que no superasen los 15 temas y la mitad de la legislación fuera la Constitución y conseguir una plaza y trabajar YA.
Podría haberlo hecho y en cambio me metí a Letrada de la Administración de Justicia, con 265 temas y tres exámenes: test, oral y práctico. Eso dice algo más allá de una mera decisión, ¿no?
Decisión.
En este punto solo hay que unir los cabos si es que hemos logrado mantener la sinceridad con nosotros mismos hasta el momento. Y la decisión que tomé fue parar. En ese momento estaba cansada de tanto sentir y también necesitaba tiempo para formular un plan de recuperación y mantenimiento.
Decidí parar el mes de Agosto (que encima no es para nada mal momento) para terminar de sanarme y reencontrarme con un sistema y una actitud que realmente me representara y respetara mi personalidad y mi modo de ser. Que no me destruyera.
De hecho, cuando tomé la decisión de opositar a Letrados, me prometí a mí misma, sabiéndo que era una opo dura, que no permitiría que me destruyera, porque no valía la pena.
Y, menos mal, me di cuenta a tiempo.
Entonces paré. Me tomé unos días de recuperación, de sentirme ya mucho menos cargada de peso y empecé a pensar, poco a poco y tranquilamente, mi nuevo plan de ataque: una nueva disciplina sana y sostenible para seguir con el estudio que conlleva la oposición.
Un sistema opo-friendly: sostenible y cruelty free con uno mismo
que os desarrollaré y presentaré en el próximo post.
que os desarrollaré y presentaré en el próximo post.
Espero que os haya servido esta lectura.
Con cariño, @laj.opo.
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